pero ahora los habitantes de Todoque*, en la Palma, sólo podían fijarse en la enorme columna de humo que asomaba por el horizonte. Naira y Jonay jugaban ajenos al tremendo revuelo que se había formado en la plaza. El pelo rizado de Naira, recogido en una coleta, se balanceaba de un lado a otro mientras en un regate, robaba el balón a Jonay. Una divertida sonrisa se dibujó en su cara mientras su amigo, decepcionado, le gritó:
—¿¡Ah, ¿sí!? ¡Ya verás ahora!
La actitud desafiante de Jonay