A veces charlamos mientras tomamos un refresco al atardecer, sentados de cara al horizonte.
Le gusta la luna desde niño. Desde “la más tierna infancia”, como le gustaba decir a don Armando, el profe de “cono”, que era un poco pedante.
De muy pequeño, todavía en la silla de paseo, aprendió a señalar la luna en el cielo y a diferenciar “luna ganne” de “luna pequennia”, según el astro apareciera en el cielo con todo su esplendor de disco plateado o con la forma de una rodaja de sandía a medio comer.
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