Milagro e la pescadería

Milagro en la pescadería Una tienda fría y luminosa

De todos los comercios del barrio en que vivía Enrique, el de la pescadería era el que más le gustaba.

Mientras la tienda estaba cerrada parecía una caja fuerte, con su trapa metálica ondulada. Pero todo era distinto cuando cada mañana el señor Floro la alzaba con alegría escandalosa para entrar a preparar las cosas: afilar los cuchillos y las tijeras; limpiar las cajas para el pescado; barrer las escamas perdidas como monedas incandescentes.

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