Poco había que hacer en aquella aislada granja de la región de Fredrikstad, en Noruega, más que leer y pensar, y allí era donde vivía Roald Amundsen con su numerosa familia de marinos y balleneros.
—A mí no me pasará como a sir John Franklin, que se quedó a las puertas de llegar al Paso del Noroeste
—le aseguraba a todo aquel que quería escucharlo, decidido desde muy joven a consagrar su vida a la exploración polar.
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