se hallaba jugando entre las flores junto con sus amigas, y la mismísima Reina de las Hadas se presentó ante ellas para decirles que ya no podían volver allí.
—Desde ahora estas tierras pertenecen a Tam Lin.
Son un regalo que yo le hago.
—Pero… ¿acaso no hemos jugado siempre en estas tierras sin molestaros?
—No me contestes, niña insolente. Arrancái
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