estar tranquilos

Estar tranquilos —Tiki, tiki, tiki, tiki, tiki…

El viernes por la tarde, después de comer, Ayquedaño se fue a su habitación. Allí estaba su hámster, dale que te pego a la rueda que tenía dentro de la jaula:

—Tiki, tiki, tiki, tiki, tiki…

—sonaba la rueda.

NOTA: Para ampliar los libros a pantalla completa, hacer clic en el botón del libro.Ampliar libro

error: Contenido está protegido !!